Aun sin compartir el entusiasmo que despierta el cine de Alexander Payne (el aclamado director de Election o Los descendientes), considero indiscutible su capacidad de retratar a los ciudadanos de a pie de Estados Unidos, de aquellos tipos corrientes que quedan al margen delos focos, pero conservan su dignidad.
¿Cómo olvidar al Jack Nicholson jubilado de A propósito de Schmidt, o al Paul Giamatti fracasado de Entre copas? Ambos se desplazan por América en sendas roadmovies desmitificadoras, donde las penurias vitales son compensadas por el amor. Nebraska recupera elementos de aquellos filmes y nos muestra las desventuras de Bruce Dern, un anciano que viaja en coche para recoger un falso premio económico.
El recorrido, que guarda algún que otro parecido con el de Una historia verdadera, de David Lynch, permite un genuino equilibrio entre lo dramático y lo irónico, que acaba seduciendo por su sutileza.
El discreto blanco y negro de las imágenes, las interpretaciones naturalistas y ciertos toques idealistas que nos hacen pensar en Frank Capra ayudan a disfrutar de este filme como se hace de un vino añejo, degustándolo poco a poco mientras se evocan tiempos pasa-dos, que son los que hereda la América digna de Payne.